sábado, 22 de noviembre de 2014

Dalgali Ebru

La necesidad de significado me obliga a buscar explicaciones para lo que realemtne siento pero no las hay. No dejo de ser quien soy y de inventarme historias maravillosas en medio de hechos sin sentido.
Busco casualidades y maravillas ahí en lo más pedestre como si así justificara la mediocridad de mis anécdotas. 
Ahí en tu sonrisa quiero encontrar algo que me atrape para no caer en la realidad, pero sigo si aprender a volar, simplemente no soy yo, no soy esa que vuela. Tampoco quiero seguir siendo la que se arrastra, ya lo fui durante muchos años y estos raspones no me han enseñado mas que a dejar del lado mi estúpida idea de que todo se arregla con amor.
Quiero ser la que flota, la que permanece en la superficie del agua como una gota de tinta que se mezcla con colores hermosos y no tiene una forma definida que la contenga, quiero ser caos y desorden, quiero ser un caracol que se abre y que con ayuda se convierte en cientos de flores distintas. Quiero ser algo efímero pero hermoso e irrepetible, pertenecer a ese mundo de lo imperfecto divino. Sonríe más, que yo buscaré fluir.


sábado, 11 de octubre de 2014

La chica del Seven.

—¿Qué espacio va a haber para el amor si estamos valiendo madres? Hay sangre por todos lados y unos pocos tienen el poder para deshacerse de todos los demás dejando que pensemos que esta extinción fue nuestra idea. ¿Cómo puedo tomarla de la mano y sonreír después de ver lo que he visto?

—Pero la quieres, ¿no?.

—Claro que la quiero, apenas la miro y el mundo deja de existir. Por eso no puedo. Además no tengo nada que ofrecerle. Para ella las cosas aún funcionan y es posible llegar a ser feliz. Aún tiene la capacidad de soñar con el futuro. Soy un flaco hombre noctámbulo incapaz de despertar a nadie. ¿Para qué le sirvo si no puedo protegerme ni a mí mismo?

—¿Ella te ha pedido que la protejas?

—No, pero es lo mínimo que merece.

—Yo creo que ella no es tonta. Se da cuenta mejor que nadie de que el ser humano pierde la humanidad cada día. Sabe quién eres, te ve casi a diario. Quizá no espera tanto de tí. A veces ustedes los hombres se creen que una les va a encomendar responsabilidades aún más grandes que su ego. Quizá no quiere que mejores el país, que des la vida por ella o por el pueblo. Quizá no quiere que cambies de manera de pensar ni de hábitos. Quizá no le interesa que estés allí a diario a su disposión. Y honestamente dudo que le interese formar una pareja que le demuestre a la sociedad que son completemente funcionales para engranar en ella. No me parece que debas angustiarte tanto. Quizá sólo quiere que sigas siendo como eres tú y que la beses de vez en cuando. Ahora ve a la tienda y salúdala, no olvides traer el papel higiénico.

—¿Y si hoy no está? Creo que hoy no le toca trabajar. 

—Si no está le preguntas al otro tipo cómo se llama y punto.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Traición

Yo no quería perdonar a tu cuerpo. Qué bien sabes por la mañana.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Doña Señora.

Recuerdo que cuando era niña e iba hacia la escuela a veces me encontraba con una mujer. Mi madre me apresuraba porque diario salía muy tarde para ir a la primaria y para forzarme a caminar más rápido se adelantaba mucho. Yo corría detrás cargando mi mochila mientras le decía que me esperara. Una señora me saludaba siempre alegre y me decía que se me iba a escapar, entonces yo apresuraba el paso hasta que la alcanzaba. Mi mamá no preguntaba sobre esta mujer, no sé si nunca la vio. 

La verdad es que jamás supe de dónde salía, a dónde iba ni cómo se llamaba. Era de esas personas que sonríen con los ojos, que no hacen ruido y que no tienen edad. Yo crecí, la señora seguía con el mismo pelo, las mismas arrugas, y la misma fuerza. Nunca dejé de ir tarde a todos lados. Caminaba junto a mí y me hablaba de la lluvia, el calor, la mañana o cosas hermosas y simples que no podía recordar más tarde ese mismo día. Dejaba de existir después de que atravesaba la calle y nos separábamos. 

El ritmo de sus pasos y la manera en que respiraba al hablar me contagiaban su manera sencilla de llevar la vida. Un día yo caminaba de regreso a casa llorando y ella se materializó junto a mí, no actuó diferente. No fingió preocupación ni pretendió darme ánimos. Compartimos la calle como de costumbre, me dijo algo sobre un atardecer cansado, cambió su bolsa a la otra mano y sacó unas llaves. Me distraje y no vi a dónde entró. Llegué más tranquila a casa con la mente clara y segura de lo que tenía que hacer para reparar aquello que eché a perder. Fue la última vez que la vi. Su sola presecia me hacía olvidar tristezas y preocupaciones. Curiosamente nunca hablé de ella con nadie más. 

Siempre que pienso en lo difícil de las relaciones humanas y en las tonterías que hacen que dos personas se manden al carajo recuerdo a esta señora porque creo que la amistad va más allá. Nos complicamos mucho la vida con cosas insignificantes, la confianza y el amor están ahi aunque les inventemos problemas alrededor. No todo es personal y mal intencionado, no siempre que uno se enoja la otra persona tiene que saber por qué. Las cosas son simples: uno puede quitar toda la mierda para ofrecer el alma y un trozo de acera.

sábado, 26 de abril de 2014

Sin razón

Desde el principio he sentido una fuerte necesidad de acercarme a ti, fue un impulso instantáneo. No te pareces a otros hombres que me atraen y no tengo explicación alguna de porqué de pronto te convertiste en un punto focal. Todo fue tan simple como mirarte y pensar: me gustas cuando estás de pie. Ahora veo esa marca en tu boca y me pierdo.
La verdad es que ni te conozco, no tengo material para justificar la idea de que eres tierno, bueno o divertido. Tomé la decisión arbitraria de que no eres un patán. Tampoco sé si realmente te agrado o sólo eres educado, ya me ha pasado antes: ahí viene ella, la que me mira extraño, ni modo, a sonreírle otra vez.
Parece que no tenemos cosas en común a parte de ciertos placeres o vicios ya generalizados en las personas de nuestra generación. Y no, no quiero ser de esas mujeres que de la noche a la mañana adoptan el gusto por cosas que ni siquiera entienden sólo para parecer interesantes ante los ojos de un hombre. Quiero que nos mires así, ajenos y heterogéneos.
Siento que no he aprovechado las breves oportunidades que he tenido para convivir contigo, me he limitado a mirarte como si con eso te pudiera dar a entender lo que deseo. Creí no me pondría nerviosa y cuando te abracé me sorprendí temblando. Quisera ser coqueta pero ya me acordé: yo no sé seducir, yo beso.


lunes, 31 de marzo de 2014

Zócalo

Sí, tengo el corazón roto, y hago lo posible para no pensar en él y en que las cosas ya cambiaron aunque no hayamos cambiado nosotros.
Lloré dos semanas seguidas, a ratos, con poquitas lágrimas y sin dejarme ver.
Parece que me extraña y me busca quizá con un poco de lástima. Yo trato de rodearme de otras personas en otros contextos.
El sábado me acordé de alguien, no lo conozco bien y sólo nos hemos visto tres veces. Lo pensé con intensidad y lo busqué con la mirada sin sber por qué. Apareció, atrás de mí, a menos de un metro, en medio de ochentamil personas.
Me sonrió con calidez y mantuvo una rato sus manos sobre mis hombros.
Algo así de simple hace que me mire al espejo y me pregunte ¿por qué tan contenta?
Necesitaba un evento fugaz de los que no prometen absolutamente nada y hacen hormiguear los pedazos del corazón.
No me quedé vacía y todavía confían en mí las casualidades.

domingo, 23 de febrero de 2014

¿La suelto?

Se sentó frente a mí e hizo un ademán con la mano que sostenía el porro, yo no quería fumar pero instintivamente acerqué la mía para recibirlo, él me sonrió y dijo que no. Me estaba ofreciendo su mano. —Estás muy frío. 

Nunca lo había tocado, nada más allá de un saludo rápido y serio. En todo círculo hay un tipo discreto, el que piensa mucho y sólo dice dos palabras, frases irónicas que o te dejan callado o te hacen reír. Tocaba la guitarra, muy bien y poquito, sólo para él. Todos queríamos escucharlo más pero nunca le subía el volumen. 

Creo que desde el principio tomó una inusual confianza hacia mí. Le gustaba que le hiciera compañía mientras se quedaba en silencio. Platicábamos muy poco, no era necesario. Nos caíamos bien así. Siempre se quedaba mirándome como si buscara algo en mi rostro, en cuanto lo sorprendía sólo me reía y le decía que dejara de hacerlo. Supuse que era su viaje, el estado alterado de conciencia quita los filtros que le ponemos a la gente, así se ve más real, más desnuda. Fue por alguien más que me enteré que era casado y con hijos, supe dónde vivía, en qué trabajaba y un poco de su vicios duros ya extintos. 

Al cabo de unos años me llegó el rumor de que él se sentía atraído hacía mí. No lo creí pero pronto comenzó con pequeños y directísimos piropos. Me hacía reír mucho el ingenio que lo llevaba a convertir cualquier situación en una oportunidad para decir que yo era guapa, que me haría bien un poco de sexo o que estaba enamorado de mí. Era un juego, nada más. Uno muy divertido en el que perdía el primero que se lo creyera.

Vi su mano aproximándose a la mía, inhalé profundamente al tiempo que descubrí que sus manos no eran tan ásperas como yo creía. Creo que no exhalé. Apreté sus dedos solamente —Estás muy frío —le dije. Hizo una mueca de triunfo y me soltó. Pasaban las horas y de cuando en cuando nos mirábamos. Un roce, una sonrisa, una distracción. Nadie parecía notarlo.

Comenzó a oscurecer y bajó aún más la temperatura. Tenía una chamarra y fue por ella a su auto, lo acompañé. Sabía que no íbamos por nada. Sólo nos paramos junto a la cajuela, fingiendo que en algún momento el la iba abrir. Después de un silencio eterno dijo: -Yo me voy a meter al carro ¿y tú?

Abrió la puerta, se metió, cerró la puerta. Respiré, caminé, entré. En silencio los dos. Sentados derechitos cada quien en su asiento con las palmas de las manos heladas sobre las rodillas. La mirada al frente. Respiró profundo: -Quiero sentir -susurró. Se acercó a mí con fuerza y determinación y el impulso terminó justo a dos centímetros de mis labios. Cubrí la distancia que hacía falta. Nos besamos suave y breve. Salió del auto.

Regresamos. Nadie nos echó de menos. Horas después en medio de una risa tomó mi mano. Un amigo lo miró, parecía celoso. Dijo algo que no tenía nada que ver para interrumpir. —¿La suelto? El amigo seguía hablando cada vez más fuerte y con más gestos llamando mi atención. —¿La suelto? ya, está bien, la suelto.

—Estás muy frío —le contesté.