jueves, 11 de junio de 2009

Locus Amoenus

28 abril 2009

el sonido de las botellas de vino rotas es más áspero cuando rozan con la carne, no así las espinas de ron que hormiguean y conspiran armónicamente con el canto de las latas vacías; los poros de la piedra volcánica exhalan gemidos placenteros y le susurran a la hierba seca que acaricie nuestra espalda; la tierra se calienta al aumentar el ritmo y enciende las colillas y las bachas que han sido abandonadas.
sólo esas chispas nos alumbran, parecen los ojos de los lobos jadeantes y agitados, listos para comer lo que quede de nosotros. las tarántulas no saben esperar, en tu cuello al lado opuesto de mi boca húmeda hay ocho patas subiendo en escala cromática, pulsando cada cuerda de sudor que baja, tejiéndonos una melodía alrededor del rostro, una tela que nos cubre del zezeo de los mosquitos.

el polvo de mi cabello forma una gran nube gris que no nos permite ver la luna y nos aísla de la estruendosa ciudad que está enfermando un par de metros más abajo. un grillo nos pregunta quiénes somos y qué haremos al respecto pero se aleja con el destello de tus párpados que muerden. esta noche no hay más que música y piel llagada.

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